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Arte y artesania …por Blas Garcia

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Desde el principio de la creación el arte y la artesanía creativa tuvieron una función de soporte mutuo, de colaboración “fueron de la mano”. La  industrialización provoca una separación de hecho y establece una incógnita sobre la pervivencia de ambos. Desde la antigüedad, el arte y la artesanía o lo que es lo mismo, los artistas y los artesanos en su relación productiva vivieron diferentes etapas: la identificación unívoca al principio, la subordinación del artesano al arte desde el Renacimiento hasta el Modernismo y la forma autónoma en la que coexisten actualmente. Artistas-artesanos Los bajorrelieves egipcios, los frisos del Partenón, las pinturas de las ánforas griegas, las mismas ánforas, las tallas, tablas y frescos románicos, góticos o renacentistas y multitud de obras realizadas a lo largo de la historia, manifiestan la importancia de la habilidad y la técnica al servicio de las ideas estéticas. Desde un principio, sus autores se caracterizan por un gran dominio del oficio, apreciación que se mantiene a través de la historia, considerándose esto como algo propio de individuos especialmente dotados para las filigranas y virtuosismos manuales. Para los griegos clásicos, no existía una forma  diferente o una distinción entre artista o “arte” y artesano o “artesanía”, tampoco tenían vocablos para hacer tal separación. Grecia, arte público, funcional y popular Lo primero que hemos de considerar es que no obstante ser una época brillantísima, no todos los templos, ni todas las estatuas griegas resultaron obras de arte, como tampoco cada pieza teatral, ni cualquier vasija o cualquier monumento funerario. En la Grecia clásica, por ejemplo, la cerámica tenía varios cánones y tipos propios que dieron origen a unos característicos prototipos. Había sin embargo, zonas enteras en que la calidad fue siempre pobre, como, la de la cerámica del sur de Italia, que se hacía imitando, tal cual, la de Atenas. En este tiempo pasó algo verdaderamente revolucionario: los escultores, los y los pintores, adquirieron el hábito de firmar sus obras. No eran individualistas, eran individuales, porque aceptaban en su tarea disposiciones generales y cánones concretos y solo después exploraban sus posibilidades libremente, utilizando su habilidad, su imaginación y su  inventiva. Los ceramistas atenienses sobresalieron pintando las superficies curvas de las ánforas con escenas, a menudo de complicada composición. No es menospreciar la calidad artesanal de la cerámica decir que su pintura era solo decorativa, las ánforas se hacían con fines utilitarios y se las decoraba, para hacerlas agradables, pero no para convertir su material en un soporte en el que pintar “una obra de arte. De alguna manera, y désele la explicación que se quiera, los atenienses consiguieron impulsar esta idea de lo útil y bello, de lo “funcional”. Las formas de los objetos, siendo como eran variadísimas, se ajustaban siempre a sus funciones. Y habría que decir también que en la Grecia clásica, el arte era algo público y popular que vivió y floreció desde las legendarias China o Babilonia y que se producía en la vida diaria, no una cosa aparte a la que se dedicaran ratos de ocio o estuviera destinada al disfrute de ricos coleccionistas. Roma y el románico Después Roma, con sus singularidades y tomando como modelo el arte heleno, inunda de  belleza el ámbito mediterráneo. La parte oriental del Imperio romano fue  helenístico hasta el final y gozó de similar esplendor al que tuvo durante la anterior dominación griega. El arte paleocristiano, en su aspecto más popular y realista, conserva las características del helénico tardío. El románico, despierta al primer milenio aportando sencillez, misticismo, ingenuidad y una naturalidad muy característica. Pasamos de puntillas por el Medievo, sin ánimo de menosprecio hacia su ingente producción artística en la que obviamente los artesanos también participaron, pero que suele ser conocido como Edad Tenebrosa, con sus pretenciosas y esotéricas catedrales. El hombre es la medida En el Renacimiento con  nuevas técnicas de representación, con el hombre y la naturaleza como  modelos, el surgimiento de un nuevo género pictórico (el retrato, el invento de la perspectiva etc.,) el arte retoma su cariz clásico, espléndido; el humanismo y la investigación anatómica permiten la aparición de las  manifestaciones más multiformes de la historia. Aquí nace el artista en su  máxima expresión, dominador de diferentes técnicas y con una gran  personalidad plástica. La pintura conseguía sus mejores resultados al  reflejar aspectos de la vida o al convertirse en registro de los grandes  acontecimientos históricos. Todos conocemos las importantes obras que se realizan por encargo de la iglesia, la aristocracia y la floreciente  burguesía europea. Sin embargo, es posible que no sean tan conocidas sus  exigencias para con los artistas.. En este punto es interesante pararse a pensar cómo desde nuestra perspectiva histórica hacemos una a veces pretenciosa distinción entre artesanos y artistas. Pero la cosa no es tan sencilla porque, hasta el “Cinquecento” italiano no se hacía tal diferenciación. ”La separación entre el artista y el artesano que ya en el  siglo XVI era clara en Italia, tardó mucho más tiempo en reconocerse en  España, y los talleres de los más insignes artistas, funcionaban con arreglo a las normas gremiales”. En cualquier caso, y hasta la irrupción de la industria, ambos trabajan de forma armónica y complementaria. Gran creatividad, nuevas técnicas Con el Barroco, el artesano creativo desarrolla una gran actividad. Se trata  de un estilo sensual y muy rico de formas, “el delirio dinámico se despliega en contrastes: entre formas pequeñas y grandes, cercanas y lejanas, entre lo  cóncavo y lo convexo, la luz y la oscuridad”. En el siglo XVII es impresionante la artesanía del mueble en Francia y Holanda, que, en este terreno, son los países que marcan la pauta. El ebanista francés  André-Charles Boulle es reconocido en toda Europa. Con la nueva técnica de la  marquetería muy semejante a la taracea renacentista italiana, con pequeñas placas de distintas clases de madera, estaño, marfil, etc., cortadas en variadas formas, se componen adornos, para aumentar la sensación de suntuosidad. También los grabadores y orfebres son considerados verdaderos artistas. Nuevo clasicismo, nace la industria Al ideal barroco de la técnica virtuosa le  sucede el ideal neoclásico que elimina el toque individual, la  “arbitrariedad” genial del artesano. La reducción de las técnicas propias del arte a sistemas o métodos rigurosos, señalan el momento en que el arte comienza a separarse de la técnica de la producción artesanal. Aquí surge lo que será cada vez más fuerte: la unión entre el diseñador y la naciente tecnología industrial. Son los “Tiempos Modernos” que con tanta ironía nos retrata el melancólico Charles Chaplin. Mírese un mueble “rococó”; tiene líneas caprichosamente curvas, formas torneadas y modeladas, tallas, voladizos, dorados, pinturas, borlas. Han colaborado para hacerlo diversos artesanos de diferentes especialidades (carpinteros, talladores, doradores, tapiceros, bordadores) aportando cada uno de ellos su experiencia artística al trabajo común. La calidad artística del objeto depende de la bondad de la realización, del modo en que se ha sabido mezclar la experiencia con una brillante inventiva. Si nos fijamos en un mueble neoclásico veremos que tiene líneas simples, podría al menos en sus partes esenciales ser producido en serie. Su estética reside en la fidelidad que guarda con el proyecto. Vemos que la Revolución Industrial, salvo en el caso de la arquitectura, que se está desarrollando gracias a la innovación técnica, está “quitándole los papeles” a la artesanía artística, y poco a poco, también a los demás artistas plásticos, aunque éstos últimos seguirán luchando, a partir del siglo XIX cada día más aislados, integrando corrientes, cada día también, más “conceptuales” y efímeras. Ya en el siglo XX la vanguardia rusa y la Bauhaus, consiguen darle al arte una función, social, la primera, y reanudar entre el arte y la industria la relación que unía al arte con el artesanado. la segunda. Renovación  del arte y de la artesanía. Frustración humanista Como es  habitual en el largo camino de la historia del arte, de una forma esquemática  y a grandes rasgos, las corrientes clásicas suceden a las románticas y a las  románticas las clásicas, al Neoclasicismo y al eclecticismo decimonónico le  contesta el Modernismo o Art Noveau. Que se convierte en casi el último  movimiento romántico o emocional del arte, ya que anteriormente se darán las  dos formas de expresionismo, figurativo y abstracto, tan característico del  siglo pasado. El Art Noveau fue un fenómeno europeo, que comenzó hacia 1890,  tuvo su apogeo en el cambio de siglo y concluyó unos cinco años más tarde. El  inglés William Morris, teórico, pintor y humanista utópico, coetáneo de Robert Owen y de Charles Fourier, es el precursor de este movimiento, que se preocupó de la renovación de la actividad creativa. Pensaba que las obras artísticas del siglo XIX, se habían realizado de forma aislada, y por tanto que la unidad de las artes se había perdido. Los pintores no se interesaban por la evolución de la orfebrería y ésta, a su vez, consideraba la pintura y la escultura como “artes menores”. Por esto el Modernismo se propone acortar distancias entre las artes. Como Morris pensaba que la industrialización era la causa de la decadencia, propuso de nuevo la producción artesanal. Montó  una sociedad de talleres, donde había pintores, decoradores, y otros artistas  cuyo interés estaba dirigido a proveer de bellas formas los objetos cotidianos.  Morris luchaba porque esta corriente artística, sirviera para cualificar el  trabajo y desarrollar la creatividad de los obreros. La rica burguesía  industrial que, no tiene un interés real por el arte, del que se ocupa solo  por prestigio social, neutraliza su sentido humanista, utilizando el trabajo  de los artistas en beneficio propio. Desaparece  el artesanado. El arte para el arte Desde comienzos del siglo XX, varias corrientes intentan definir la función social de la obra de arte, que después del expresionismo de entreguerras ya no es la representación del  mundo. “De pintar las cosas se ha pasado a pintar las ideas: el artista se ha cegado para el mundo exterior y ha vuelto la pupila hacia los paisajes  internos y subjetivos” Está claro que los medios industriales de captación de la realidad (fotografía, cine, después la televisión, etc.), han “liberado”  al arte de lo que era una tradicional servidumbre, a la que estaba sometido  históricamente por los poderosos como la iglesia, la aristocracia o la burguesía. ¿Esta función antigua del arte, era su auténtica razón de ser, o al contrario, por desprenderse de la función representativa, la pintura, la escultura, las artes plásticas nacían para sí mismas? ¿Era el principio de una vida, o el principio de una muerte? Con la llegada de la industria y la crisis del artesanado, este ha perdido toda autonomía de iniciativa. La división del trabajo y lo repetitivo de éste en las fábricas le priva de la libertad, y por lo tanto no es creativo, no depende de una experiencia estética de la realidad, es por lo tanto una actividad alienante. ”Como último heredero del espíritu creativo del trabajo artesanal, el artista tiende a establecer un modelo de trabajo creativo que implica la experiencia, y la renueva; y remontándose después del problema específico al general, tiende a demostrar cuál puede ser, en la unidad funcional del cuerpo social, el valor del individuo y de su actividad. El artista se sitúa de este modo en el centro de la problemática del mundo moderno” En este proceso, el artista lucha, no solo técnicamente, para conseguir, una obra meritoria y coherente, sino también con el problema de la manutención, porque la obra de arte ha pasado a ser una mercancía. Por sus cualidades arcaicas de obra única, la obra de arte tiene un precio alto, por lo que, pocas personas pueden adquirirla. Como la cantidad y la calidad son antagónicas, podemos decir que, admitiendo las excepciones naturales, los individuos que adquieren tales obras, no son un dechado de sensibilidad y gusto. Pensemos si un sentido funcional y democrático de la vida puede aceptar como válido que – como escribió Cézanne – “el artista, solo puede dirigirse a un número sumamente limitado de gente”. Arte funcional o arte industrial A partir del final de la Gran Guerra de  1914-18 y tras el triunfo de la revolución comunista, nace la vanguardia  rusa, (Kandinsky, Malevic, Tatlin…) que dentro del proceso revolucionario, se plantea la función social del arte. Kazimir Malevic, es además de un gran pintor, un teórico que se preocupa de la formación cultural de las  generaciones que tendrán que construir el socialismo. Crea un programa  didáctico para la educación del proletariado, pero, paradojas de la vida,  este programa, que no debió gustar a Lenin, será utilizado en Alemania para la formación del método didáctico de la Bauhaus. Mientras que la vanguardia  rusa no se subordina formalmente (en sus principios teóricos, plásticos, estéticos) al poder político, otra paradoja, el racionalista Walter Gropius se implica en la producción y el consumo capitalista que estará encantado, de  integrar el arte en su propia funcionalidad. Económica. La Bauhaus fue una escuela auténticamente democrática, Gropius era socialdemócrata y pensaba que el progreso parte de la educación en libertad y que por tanto, la escuela libre es la semilla de la sociedad democrática. El diseño industrial, que en la teoría de esta escuela, era un buen método para moralizar la producción, degenera casi siempre en el típico proceso de marketing, de forma que el producto resulta sicológicamente más atrayente, pero no de una manera racional o razonable sino actuando sobre el inconsciente e incluso sobre las lógicas frustraciones del consumidor alienado y agobiado. Este fenómeno es evidente en los países de alto nivel tecnológico y “consumista”. La industria para el arte En cuanto a la tecnología y su relación con la  joyería, depende obviamente del uso que le demos. En un sentido amplio, gracias a ella, la arquitectura y la ingeniería se han desarrollado sorprendentemente. Podemos disfrutar de la lectura, por el ingenio de Gutenberg, y no porque se editen miles de ejemplares de una obra  literaria ésta pierde lo más mínimo de su sustancia. Algo similar sucede con la música: aunque el calor de una audición en directo sea insuperable, las reproducciones que actualmente oímos, son de gran fidelidad. Los hermanos  Lumière, que basan su creatividad en la tecnología, inician un arte novísimo, la cinematografía, un arte, que sobre un soporte químico, utiliza para su desarrollo (aparte de la fotografía, en sus formas creativas) las artes y los principios estéticos tradicionales: género, interpretación, música encuadre, ritmo, etc. El cine, por tanto, es un continente, un vehículo, un soporte nuevo donde se aglutinan armónica y equilibradamente las formas clásicas de expresión. A partir de la segunda contienda mundial, el centro gravitatorio del arte mundial se desplaza a Nueva York, donde se desarrollan las últimas tendencias de relevancia, como el Expresionismo Abstracto, el Pop-Art, y el Op-Art. A  partir de 1980 varios “modos” se van sucediendo tanto en Norteamérica como en  Europa al calor de la bonanza económica, que se conocen por posmodernos: “Los modernos rechazan los requerimientos de innovación, de estilo e integridad, ya imposibles de cumplir, que hasta entonces habían marcado la evolución de la modernidad, y al mismo tiempo se idealizan a sí mismos en un sentido grandioso de su propia omnipotencia artística”. Este autismo, y estas pretensiones creativas, no se habían dado en ningún “movimiento” artístico en el ancho, largo y fecundo recorrido artístico de la Humanidad y demuestra una clara desorientación. La muerte del funcionalismo La dificultad de la relación entre el arte tradicional y la sociedad ha crecido tanto desde la primera revolución industrial, que en el siglo XX está llegándose a considerar que es inevitable, incluso que ya ha ocurrido su muerte. “El arte ha tenido un principio histórico y puede tener un final de igual clase”. De la misma manera que han evolucionado las mitologías paganas, la alquimia, el feudalismo y el artesanado, lo puede hacer el arte contemporáneo. Pero al paganismo le ha sucedido el cristianismo, a la alquimia la ciencia, al feudalismo las monarquías y el estado burgués, al artesanado  genéricamente la industria. ¿Qué puede pasarle al arte? La producción de algo nuevo, o novedoso, como gusta decirse ahora, no puede ser la única exigencia a la que debe someterse el artista del siglo XXI, se le ha de pedir coherencia histórica, que no elimine los espacios comparativos, que nos  permitan evaluar su obra. Antonio Machado, por boca de su profesor apócrifo Juan de Mairena, solía decir que “los novedosos apedrean a los originales”. Si tomáramos la excepción como norma, soñando un mundo al revés, desaparecerían los problemas. La artesanía creativa -industrial Bajo mi óptica, como pintor y artesano creativo, lo que está sucediendo con las artes plásticas representativas, fundamentalmente con la pintura, es algo que acontece por causa de la propia inercia histórica, por la necesaria e inevitable interrelación que el arte desarrolla con la sociedad. Hay un aspecto, una diferenciación de tipo formal entre el arte y la artesanía artística o creativa, en lo referente al proceso creativo. La obra de arte, como un artista la concibe, parte en su génesis de una idea que éste desarrolla técnicamente conforme a su tendencia conceptual, y su personalidad creativa. Precisamente aquí está el problema de la pintura, en que al perder su primigenia e histórica razón de ser -la representación, en su soporte y materia característicos- se ha refugiado en el concepto, buscando, investigando, removiendo en sus entrañas tratando, como dice Ortega y Gasset, de tener sentido en sí misma. El artesano creativo -industrial, por el contrario, parte de un objeto realizado con su procedimiento u oficio característicos, al que añade los logros técnicos actuales y con agudeza e imaginación, obtiene un resultado. Este proceso en la realización de la obra, antónimo al del pintor, está permitiendo al artesano desarrollar sus ideas desde la materia, sin cuestionar ésta, pensando que es un vehículo y no un lastre para la creación plástica. La sencillez creativa (que no implica simplicidad), actúa dándole alas, ya que no se siente molesto ni ofendido con la función social de su trabajo, auténticamente popul que tras los avatares y peripecias del arte a través de los siglos y dentro de su modesta significación emerge, no resucita, porque siempre existió, produciendo objetos de alto nivel estético, que relajan, reconfortan, divierten y, en esta sociedad global, donde se está imponiendo la estandarización estética y formal, son diferentes y alternativos. Extractado de un texto de Manuel Blas García>