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El tejido artesanal – Parte 1

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El viajero, paisano o extranjero, luego de transponer grandes distancias y en algunos casos un monótono paisaje, tales como las yermas estepas patagónicas, la puna jujeña, los valles salteños, las sierras catamarqueñas y/o el interminable monte santiagueño…tal vez

Cansado de tal monotonía, del mismo color o desbordado por su inteligencia emocional ante semejante pintura que Dios se ha ocupado de regalarnos, cubiertos del polvo de esos caminos que finalmente nos conducen a los territorios de trabajo del tejedor…

Allí, a “orillas” o en el “atrio” del rancho…al aire libre con su telar criollo, bajo la sombra del algarrobo, o bien, con el telar mapuche apoyado sobre los muros de la choza se está tejiendo una manta de brillantes colores en vivo contraste con la naturaleza que lo rodea…si parece ser un jardín pleno de flores que la aridez de la zona no permite crecer…

La tejeduría es, sin lugar a dudas, la artesanía de mayor vigencia en el país. Ya desde épocas prehispánicas era ampliamente conocida. Curiosamente aparece en yacimientos arqueológicos muy anteriores a aquellos donde se ha recuperado la cerámica más antigua.

Las primeras fibras hiladas y tejidas a mano fueron encontradas en la cueva de Huachichocana localizada en Humahuaca. De acuerdo a las investigaciones realizadas, datan de 6.720 a 7.670 a. C. En tanto, los primeros tejidos de los que se tiene memoria aparecieron allá por el año 2.130 a.C., en el mismo Departamento de Humahuaca en Jujuy y en un paraje que los lugareños llaman Inca Cueva. Estos ejemplos fueron realizados con un solo hilo, el cual es enlazado sobre sí mismo con la ayuda de una sola aguja, de este modo se consiguen formar mallas enlazadas, con o sin nudo. Así, nuestros antecesores produjeron gorros, bolsas y redes tal como se explica en el catálogo de exposición “1.000 Años de Tejido en la Argentina”.

Existen, para la misma época, otros restos de interés histórico, localizados en Calingasta – San Juan (Gruta de Los Morrillos) y en San Rafael – Provincia de Mendoza (Gruta del Indio), los cuales presentan hilos de origen vegetal, lana y cabellos humanos trenzados. Estos dos últimos elementos se verifican en los restos aparecidos en la Gruta de Los Morrillos.

Pero…es en Salta y Jujuy donde se presentan piezas de gran relevancia y cantidad.

La Cultura Candelaria (0 al 600 d.C.) perteneciente al Período Medio ostenta una vasta producción. En el período tardío (hasta la penetración Incaica – Siglo XV) el desarrollo textil en ambas provincias resulta de sumo interés para los antropólogos e investigadores. Ante la mención de estas disciplinas, resulta necesario citar que para los objetivos del Blog, he decidido conservar las denominaciones Período Temprano, Medio y Tardío por considéralos más comprensivos para este menester, aunque Antropólogos y Arqueólogos desde lo académico se refieren al Período Formativo  (Inferior, Medio y Superior) y Período de Desarrollos Regionales definiendo las etapas como una continuidad evolutiva. De todos modos las fechas son a título de aproximación y orientativas.

El panorama que se puede observar en la actualidad es el resultado de la convergencia de la corriente cultural europea con la indígena. Hay zonas de gran mestizaje, como en mi provincia. Allí en la Puna es normal observar que mientras la mujer produce fajas con un telar de cintura, su pareja hace mantas en el telar de pedales de origen español o en el criollo de características parecidas. En otras áreas en cambio, el predominio de la cultura indígena es tal, que hasta los criollos tejen con los instrumentos heredados de los aborígenes del lugar, como se aprecia en la Patagonia y/o en el Chaco.

Los tejidos se hacen con pelo de vicuña, guanaco y llama (la de alpaca, es más utilizada en el Perú y Bolivia). La oveja, introducida por los europeos, hoy domina todos los tejidos. Una de las razones, es la dificultad que presenta la obtención de lana blanca proveniente de los camélidos, ya que con el blanco se logra un mejor tinte. Con relación a la introducción del algodón, si bien es conocido desde mucho antes de la colonización, se lo halla como urdiembre en tejidos de larga data a lo largo de la región andina superior (Perú y Bolivia) e incluso su combinación con hilos de lana de camélidos y luego tras la colonización con la de origen ovino. Es la corriente colonizadora y los Jesuitas quienes incorporaron en nuestro país, su cultivo intensivo y su aplicación textil. En tanto, el impulso de hilo de origen ovino, cabe como anécdota interesante, la incorporación en suelo americano y por ende el argentino, de un ganado ovino de pobre calidad (raza Churra-la más ordinaria en Europa) ya que la raza Merino estaba vedada su exportación y prohibida por estas tierras. Es a Bernardino Rivadavia a quien se le debe la definitiva incorporación de calidad a través del fomento de razas de lana refinada a partir de 1.824.

Resulta interesante diferenciar las acciones entre las distintas comunidades en cuanto al abordaje del tejido. Los Mapuches por ejemplo lo consideraban una tarea estrictamente del sexo femenino. En tanto por mis tierras, en la región N.O., la actividad es familiar.

Obtenida la lana, el primer secreto es el hilado. En general en el norte, las mujeres y también los hombres en sus ratos de esparcimiento o caminatas cuentan entre sus manos un “huso de hilar” (una vara alargada de unos 25 cm. con una torta pesada en su parte inferior de materiales varios) y casi como un juego transitan el día obteniendo la preciada materia prima: El hilo. Este es trenzado con otro para conferirle resistencia a través de un «huso» mayor. Existe al respecto una leyenda anónima: “La Virgen Niña Hilandera” del siglo XVII recopilada por Sonia Montesino: Dicen que un día, una chiquilla lavaba mote (maíz pelado cocido) en el río, llegó un viejo y se la robó; se la llevó pa´ sus tierras y dicen que le dijo: “Me voy pa´ la Argentina, cuando vuelva yo me tienes que tener toda esta lana hilada”… dicen que dijo…Se fue el hombre y la niña quedó llorando…llorando junto al fogón y en eso el Choñowe Kuzé(el fuego vieja), le habló y dicen que le dijo: “No tienes por qué afligirte tanto, yo voy a llamar a Lalén Kuzé» (araña vieja)y le dijo a la chiquilla: “Tienes que hacerlo como yo, mírame y aprenderás a hilar”…Así pasaron los días y cuando volvió el raptor, las lanas estaban hiladas. Lalén Kuzé por las noches fue a ayudar a la niña y juntas terminaron el trabajo… De allí, es que en algunas comunidades se coloque a las niñas recién nacidas unas vueltas de tela de araña en sus muñecas con la intención de la transmisión del secreto… Tras la colonización se incorporó la rueca de origen europeo, en general a pedal conocidos como tornos de hilar alternativo. Al final sugiero la lectura de algunos libros sobre el tema que ampliarán largamente los secretos del tejido en general. Completan el menester, una serie de actividades previas al teñido, tales como el lavado, el desengrasado, la incorporación de mordiente y finalmente el teñido con los colorantes obtenidos de especies vegetales, minerales y/o animales.

No es de extrañar la influencia de la tejeduría peninsular, atento a que en todos los pueblos fundados durante la Colonia, se obligaba a los indios a hilar, tejer, confeccionar prendas y a recoger dos elementos con los cuales se obtenía el color para teñir los hilos: La “grana” (un insecto parásito de los cactos) y el “añil” o “índigo”, una hierba con la cual se producía la tintura más importante de procedencia vegetal entre otros tantos.

De hecho que en las distintas áreas de nuestro país, los colorantes más importantes eran de origen vegetal. Ricardo Nardi repasa que “en la Exposición Nacional de Agricultura de Córdoba de 1918, se presentó una colección de muestras con 150 tonos y matices diferentes obtenidos de la flora catamarqueña…”