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El tejido artesanal – Parte 2

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Lamentablemente por estos tiempos se recurre con bastante frecuencia a las anilinas industriales, si bien los organismos como el CFI, el INTI, etc., trabajan en la recuperación de las técnicas originarias, a través de una continua capacitación. Como dato sabroso al respecto, cuento que la Colonización no trajo ningún avance sobre este tema. De este lado del Atlántico se había llegado a una madurez comparable con las civilizaciones pasadas más importantes como la de los romanos y griegos. Los colores obtenidos por las civilizaciones americanas resultaron dignas de admiración hasta para la más afatada familia de tintoreros europeos, profesión por esos pagos de gran admiración y respeto.

Reanudando la reseña sobre técnicas de teñido en la zona andina, la más difundida es el “amarrado” o “lista atada” y/o “labor atada”, según las voces regionales y conocido en la jerga técnica internacional como “ikat”: Consiste en realizar las guardas “atando” o cubriendo, de acuerdo a un plan previsto, las zonas que no deben ser teñidas con determinado color, generalmente el que oficiará de fondo. De este modo, estos hilos, previo al tejido se atan fuertemente para impedir que la “tinta” los tiña. Al tejerlos se obtienen decoraciones de trazos más o menos escalonados, tan característicos de los ponchos “Pampa”, o de los “matronas con labor atada” de La Pampa, o de la “sobrecama atada” de la Rioja y Catamarca.

Continuando con la síntesis presentada en “1.000 Años de Tejido en la Argentina”, iniciaremos la descripción de las herramientas. Según el citado documento, hay seis tipos de telares. Todos poseen lizos movidos a mano. Se trata de un dispositivo para separar en capas los hilos de la “urdiembre”, permitiendo así el paso de la trama que va avanzando perpendicularmente. Los hay del tipo vertical (vertical propiamente dicho y oblicuo) siendo el más conocido en el sur como Huitral y los del tipo horizontal: De suelo, de cuatro estacas clavados al suelo, telarcillo de cintura, telar de tablillas y el más simpático: el telar del «dedo gordo» (la «urdiembre» va desde la cintura al dedo gordo) con el que se hacen cintos y fajas. Además hay que agregar dos telares de origen europeo: el de pedales que nuestros tejedores adoptan con un acento acriollado y conocido como tal: hoy en día es visto desde el Cuyo a la Puna Jujeña. Para describirlo, nada mejor que recordar las láminas que en nuestras escuelas mostraban a la Sra. Madre de Sarmiento abocada a este menester, en un telar de este tipo. Otro es el pequeño telar “peinecito” o “flequero”, para tejer ribetes. Los criollos aportan además el telarcito para tejer alfombras de felpa.

Con estos aparatos se tejen algunas prendas de la vestimenta. La Puna es el único lugar del país donde todavía se pueden observar familias enteras vestidas con ropas hechas en los telares caseros. En el resto de las regiones, sólo hacen bufandas, fajas y ponchos. En cambio son numerosas las prendas de abrigo para la cama. Catamarca y La Rioja, por ejemplo, se destacan por sus magníficas colchas y sobrecamas bordadas con flores de raigambre hispánica. Los ponchos tejidos en Catamarca son tal vez, de lo mejor que hay en el país. El de Salta lleva los colores que hacen a la “Imagen Corporativa” de la provincia. De interesante acabado son también los ponchos Pampa y los más preciados por su finura: el poncho de vicuña que se teje sobremanera en Belén Catamarca.. De todos modos prácticamente en todo el país se han tejido y aún hoy se tejen ponchos con sus características propias de cada región.

Para hacer más mullidas la “manta” se hacen” peleros”, “coronillas”, “jerguillas”, etc., diferentes nombres regionales para las piezas más o menos similares en cuanto a su función. La mayoría están hechas en bastidores muy sencillos. En el área de influencia mapuche, en la Patagonia, en La Pampa, y sur de Mendoza se hacen “matras”, pequeñas mantas de lana que se llevan dobladas como parte del apero de montar y que sirven de abrigo cuando el jinete duerme a la intemperie. Son conocidas como  “ Matras de labor” cuando están decoradas con los dibujos geométricos tan característicos de los mapuches. En Mendoza también se destaca el tejido del Ristre, variante del Metrón. El pelero, de uso entre la pelambre del caballo y la montura es muy popular en Cuyo, el N.O., La Pampa y sobremanera en Santiago del Estero.

Mis comprovincianos tienen pasión por el color y hacen frazadas, pullos, ponchos, peleros, chuspas, fajas y alforjas de variados y vivos colores. También, en las provincias del N.O., sobremanera en Jujuy, Salta y Catamarca se destacan las prendas tejidas en dos, tres y/o cinco agujas, técnicas que casi todas las mujeres dominan. Así, pulóveres, chalecos, bufandas, medias, gorros y guantes son producidos en general con lana de llama por su suavidad y abrigo. Con los telares producen frazadas, ruanas, barracones y mantas de gran terminación.

Las técnicas sobre el telar son innumerables y según su adopción se diferencian de las otras: faz de urdiembre, faz de trama, tejido balanceado, tejido llano, tejido a peinecillo, de urdiembre suplementaria, de doble faz y falso doble faz, de cuatro bordes, de urdiembre complementaria, en fin; hay libros que profundizan sobre este tema (Textiles Argentinos de Taranto y Jorge Mari, El tejido Americano de María Delia Millán de Palavecino entre otros).

Las técnicas de encaje a la aguja tienen sus representantes más conocidos en las “randas” tucumanas y en el “ñandutí” del litoral. La randa consiste en una malla con nudos realizada con agujas de coser y luego bordado con una gran variedad de puntos; se elabora en un bastidor. El ñandutí es un bordado realizado sobre hilos radiales tensados y sobre reticulados cuadrangulares y triangulares”, con flores, frutos, aves, etc. Se hace con un bastidor o algún dispositivo para fijar los hilos de base. Deriva de los “soles” españoles de los siglos XVI y XVII llegados a través de Tenerife.

En Córdoba la artesanía del tejido a telar ha ido desapareciendo en la medida que la población artesana ha ido creciendo en años (en general mujeres). Ya no hay jovencitas que se interesen en el oficio sin embargo las actuales demandas de la población urbana son motivo para que los tejidos, realizados en telar vuelvan a tener vigencia. “A fines del siglo XVIII, Córdoba exportaba anualmente, ejemplo de su florecimiento comercial, de 30 a 40.000 piezas de tejidos…

En Formosa y Chaco se utilizan diferentes tipos de fibras vegetales. El “chaguar” o “caraguatá” es el más utilizado entre las comunidades Toba y Matacos en el marco de estas provincias. “Al contemplar el interior de una choza chaqueña – dice Delia Millán de Palavecino-, lo primero que llama la atención son las bolsas de caraguatá o cháguar pendientes del techo o de un horcón, conteniendo frutas silvestres o enseres domésticos”. Con las fibras de las hojas de esta planta hacen un hilo resistente que tejen con una sola aguja gruesa de madera.. Confeccionan bolsas o “illicas” y/o “yicas”, con la técnica de la malla. Combinan hilos de color pardo natural, con otros teñidos con una gran variedad de cortezas, semillas y resinas, obteniendo así, distintos tonos de marrón, gris, azul, rojo, negro, amarillo, etc. En tanto los motivos consisten en representaciones geométricas extremadamente simbólicas de la fauna y la flora local. Según la autora ya citada, las bandas continuas representan el lomo del quirquincho o la semilla del algarrobo; las bandas discontinuas, por lo contrario simbolizan el cuero de la víbora yarará; los rombos: el fruto o higo de tuna o la pata del zorro, o incluso las manchas del tigre, o una pipa entera; los pentágonos en cambio, significan la cara del tigre o de la iguana, y a veces también la pezuña de la corzuela (un tipo de venado de la región), entre otros tantos motivos.

La Provincia de Catamarca ostenta de una fábrica de alfombras con productos de excelente calidad. En Salta y Jujuy se producen tejidos de tapices muy requeridos por el turista. De Belén y Santa María en Catamarca, salen de los talleres un sin número de tejidos para su posterior aplicación en mobiliarios, tapicería, cortinados y tejidos especiales para el mundo del diseño y la decoración.

En cuanto a los artesanos, son tantos y tan buenos que sería muy difícil nominar a todos. A mí particularmente me emociona la destreza y delicadeza de los tejidos que impulsa Liliana Perdeilhan y su hija Irina de Azul-Buenos Aires. Me entusiasma la tarea de un conjunto de cooperativas y grupos de artesanos como El Grupo Vives de Belén – Catamarca, Tinku Tamayo en Santa María – Catamarca o artesanos independientes como doña Maritza Ortega en Salta, Doña Celestina Leguizamón en Santiago del Estero, los artesanos tejedores de Susques – Jujuy, o los de los Valles Calchaquíes en Salta, los tapices de Ramón A. Burgos, las randas de Doña Tránsito Reyes Mamonte de Tucumán, o las yicas de Doña Marica Viltes de Formosa. No puedo dejar de nombrar al multipremiado Mario Vucetich. Valeria Lajar de Ituzaingó – Buenos Aires. Los tejidos mapuches que celebra Ana del Carmen Rial en San Luis o los productos de Doña María Cristina Brizuela de San Juan. Silvia Beatriz Caballero de Unquillo – Córdoba. Doña Selva O. Díaz de Helguera de Londres – Catamarca. Son interesantes las confecciones tejidas de Liliana D´Arrigo en Puerto San Julián- Santa Cruz o los tejidos en telar de María Ester Condolí afincada en Tierra del Fuego…Las confecciones que tejen Alicia Raya y Jenine Alama en Rosario-Santa Fé .entre tantos otros…

Por otra parte y al margen de los organismos nacionales y provinciales, existen fundaciones que desarrollan acciones orientadas a la educación, promoción social y recuperación del patrimonio cultural de poblaciones rurales del interior de nuestro país

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