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El secreto del acero de damasco

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Una de las secuencias más recordadas en la cinematografía histórica sobre las Cruzadas es el momento en que Saladino, al cortar sobre el alfanje una pieza de seda, sólo por la liviana fuerza de su caída mostrando la eficacia del acero de Damasco.

La escena está más cerca de la realidad de lo que se pudiera imaginar. El temple del acero y el vidriado de la cerámica son dos técnicas secretas cuyo origen se hunde en la noche de los tiempos en la región mesopotámica, quizás logradas en la plenitud de la época helenística,  pero los Omeyas de Damasco a gala cuando Occidente las desconocía. Estos hallazgos de la tecnología de los materiales aún se estudian con admiración en las Universidades de todo el mundo y llegaron a España de la mano de los Omeyas.

De ellos resultaría la cerámica dorada, y su máximo exponente en la Loza  dorada que en tiempos atrás inundaron las mesas de los palacios de la cristiandad, además del acero toledano, de cuya eficacia tuvieron noticias desde Europa hasta las cimas de los Andes de América de la conquista.

La maravilla del acero de Damasco era una realidad que no había sido científicamente explicada hasta hace unos 20 años, y con ella se inauguro la nueva rama científica de la super  plasticidad en la resistencia de  materiales. En el pasado estas propiedades del acero eran conocidas como  el secreto de Damasco, aunque, como es lógico, tal secreto se  refería más al modo de obtener el resultado ( por triple colada) que la comprensión de la naturaleza química de lo sucedido, es decir sabían cómo hacerlo pero desconocían el porqué. Es altamente probable que las primeras experimentaciones de coladas para el acero se remonten a un milenio antes de nuestra era, cuando las espadas de hierro de los dorios rompían con asombrosa facilidad las espadas de bronce de los jonios y otros  pueblos mediterráneos. Y quizás una ventaja de este tipo ayude a explicar  mejor las fulgurantes victorias de Alejandro Magno en su conquista de Oriente Medio. Sustancialmente, las espadas de acero de Damasco alcanzaron la celebridad por su fino borde de corte y su elevada resistencia al cuarteado, cuando el arte de los herreros de los tiempos antiguos se había olvidado.

Científicamente la súper plasticidad consiste en la condición por la que los  materiales cristalinos pueden ser estirados más de mil por cien en las  mezclas de acero y carbono ultra elevado, los investigadores establecieron dos atributos comunes requeridos para convertir en súper plástico un material metálico: en primer lugar los materiales debían consistir en una mezcla de fases de dos materiales cristalinos diferentes, teniendo cada uno granos esféricos (cristales) y, en segundo lugar los granos debían ser ultra finos, del orden de una micra. Con esto se crean regiones de frontera entre granos conjuntos desordenados de átomos entre los granos, representando tales regiones de frontera zonas de debilidad a temperaturas elevadas, haciendo que los granos se deslicen fácilmente, como si fueran de arena. Esto les confiere sus características de súper plásticas.

La descripción más antigua de las espadas de Damasco data del año 54º de nuestra era, pero pueden haber estado en uso mucho tiempo antes, incluso en la época de Alejandro Magno (323 a.C.). El propio acero estaba hecho en la India, en donde se denominaba wootz. Comercializándose en forma de coladas del tamaño de discos de hockey sobre hielo. Las mejores espadas se forjaron en Persia, a partir de wootz indio, que se usaba también para los escudos y armaduras. Estos aceros se conocieron  en la Edad Media en Rusia, donde se denominaban bulat. En Persia se llamaban  Poulad Janherder. En el paso del forjado, una vez obtenido el wootz, el  herrero utilizaba el color como guía para el control de la temperatura en el  forjado y el tratamiento. Tampoco sobre esto hay registros y se usaba la intuición, más que la lógica, para realizar éste proceso que era el más  importante de la manufactura. El color del acero, la llama, la fuerza y la  frecuencia de los golpes de mallo, todo era dictado por la intuición y un  largo aprendizaje. En la industria actual los aceros al carbono extraduros  nunca alcanzan contenidos superiores al 1.4% de carbono en masa. En cambio, los legendarios aceros de Damasco sobrepasan con mucho este porcentaje, situándolo en un intervalo del 1.4 y el 2.1% de carbono de masa. La actual industria metalúrgica no ha conseguido forjar este tipo de aceros de grandes prestaciones mecánicas y bajo precio. Sin embargo se ha conseguido descifrar el secreto de la forja de los aceros de Damasco. Las ventajas de los aceros que fabricaron estos insignes artesanos frente a otros aceros al carbono o aleados es su gran resistencia al desgaste, que les permite tener un filo cortante de manera permanente, unido a una buena resistencia mecánica y tenacidad. A estas características únicas, en aplicaciones de corte y mecanizado de otros metales se une la belleza y la magia de su superficie, algo que ha hecho célebres las espadas de Damasco. Los estudios realizados sobre piezas metálicas arqueológicas están siendo muy solicitados por la industria actual, Organismos como el Museo de Ejercito, la Diputación Provincial de Córdoba o la Comisión de Arqueólogos Profesionales de Madrid se dirigen al equipo de José Antonio Criado para estudiar y rescatar piezas de gran valor, como el Alfanje de Mehamet, o la no menos celebrada espada Tizona, con la que el Cid Campeador, dio buenos mandobles a los biznietos de los últimos Omeyas de Occidente. Abaco, recupera esta tradición ancestral de los Omeyas andaluces, y plasma de una manera casi milagrosa la reproducción de toda una gama objetos y de underline; cerámica Omeya en nuestros días. La  experiencia en la creación de estos objetos artesanales unido a nuestra  dedicación hacen que perduren las tradiciones más arraigadas de esta cultura que convivió en el mundo más de siete siglos