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Plateria rioplatense

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De todas las artes que se practicaron en nuestros territorios durante el siglo XVIII, la orfebrería fue quizás la que contó con mayor número de maestros, y tanto por calidad de las obras cuanto por la originalidad de los modelos merece una consideración especial. Fue en su mayor parte un arte anónimo y los nombres de plateros que se conocen proceden casi en su totalidad de antiguos documentos y no por aparecer en los mismos trabajos. En raras ocasiones las labores ostentan una inscripción donde consta el nombre del orfebre, en cuyo caso es común que se mencione también el del comité. Como excepción, una marca de ciudad indica el lugar de la ejecución. De la argentina solo se conoce un punzón supuestamente de la ciudad de buenos aires, que fue usado durante un breve lapso y por ello son contadas las piezas que lo muestra. En cambio, hay marcas del siglo XIX que identifican a autores de mates, jarros, sahumadores, estribos, espuelas y demás elementos del apero gauchesco. La evolución de los estilos puede seguirse a través de las labores locales, sí que se advierta un corte abrupto entre uno y otro: barroco, rococó y neoclasicismo. En américa los desfasajes estilísticos son evidentes; perduran mucho más tiempo estructuras antiguas y las innovaciones se  perciben particularmente en lo decorativo. Es evidente esto en las grandes  custodias donde el soporte responde cuando menos aun espíritu del siglo XVII, quedando en la ornamentación manifestar la novedad del estilo. Versiones de los mismos estilos se  ponen de manifiesto en talleres de platería que siguen otras corrientes artísticas. Así, en buenos aires, ciudad portuaria y punto único de conexión con Europa por vía del atlántico, trabajan orfebres de distintos orígenes: españoles, portugueses, italianos, etc., siendo los dos primeros los que más influyen en la concepción del diseño y de la  ornamentación. Es de notar que las más importante orfebrería hispanoamericana fue de carácter religioso, pues de la plata se hacían los objetos destinados a la liturgia católica y las donaciones de los fieles eran frecuentes. No obstante, la platería civil tuvo singular significación porque la vajilla de la clase alta era de plata labrada, prefiriéndose está a la porcelana. La lectura de los inventarios antiguos y de las testamentarias es elocuente al respecto.  También la plata abundo en las casas argentinas durante buena parte del siglo XIX, y muchas veces no es fácil distinguir cuales piezas fueron trabajadas por plateros coloniales y cuales por artesanos de la época independientes (soperas, platos, fuentes, chocolateras, cafeteras, etc.) . En mates y sahumadores los orfebres rioplatenses hicieron verdaderas creaciones (que es posible admirar en las salas del museo histórico de Rosario) como, asimismo, imaginaron nuevas formas y ornamentos para la variadas piezas que componen el apero criollo. En estribos y espuelas, cabezadas y pretales, cuchillos y facones, rebenques y arreadores, el repertorio de nuestros plateros fue inagotable. Gran inventiva y técnica refinada caracterizan a los productos de estos singulares talleres locales. No estaría completa esta reseña si no hiciéramos mención de la orfebrería jesuítico-guaraní que, según testimonios de los siglos XVII y XIX, fue de gran calidad. Desgraciadamente poco es lo que de ella se a salvado como una espléndida sacra que conserva la catedral de buenos aires. No se puede olvidar tampoco, la platería pampa, vale decir aquella orfebrería que se produjo en las tolderías indígenas antes de la ocupación del desierto por la expedición del general Roca (1879). Platería del técnica muy primitiva, pero atrayente en la simplicidad de su diseño.  Un  ejemplo actual de Platería Rioplatense es el de Hernán Somoza quien trabajó en el Taller del Orfebre Juan Carlos  Pallarols, y de quien aprendió la técnica del cincelado.