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El jade

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El nombre de Jade es un derivado inglés de la palabra española “ijada”, apelativo que los españoles utilizaron al descubrir, en Guatemala y México, las piedras “verdes” que los indios denominaban genéricamente “chalchihuite”. El jade se conoce desde hace más de 5000 años. Su belleza ha sido utilizada para la creación de toda suerte de objetos decorativos u  ornamentales y amuletos aptos para afrontar con éxito, riesgos y  enfermedades. Su característica dureza, por otra parte, ha fomentado su uso en armas y herramientas. Por ejemplo, se data entre 1005 y el 221 antes de Cristo su utilidad, en China, para el tallado de los recién, entonces, introducidos diamantes. En los mares del sur, en cambio, al igual que en las culturas Colombinas y Precolombinas el uso dado es para la elaboración de armas más o menos sofisticadas, dependiendo de la época y la cultura de la  que hablemos. Pero es, sin duda alguna, China y Japón donde el Jade ha sido utilizado y reverenciado desde el neolítico. Primero como nefrita, más tarde como jadeíta pero siempre acompañando ornamento, boato, utensilios o mitología, en la que el jade representa el esperma seco del a o “la piedra del cielo”. Con una idea algo más utilitaria, pero no por ello menos poética, los Mayas la consideraron “la piedra de la creación” uniéndola  a todo tipo de vasijas, ornamentos y armas. Su valor y utilidad en ésta cultura es patente en el simbolismo del jade con el agua. En la boca de los muertos se les introducía un jade para que no pasaran sed en su largo viaje al “Otro Mundo”. El jade no ha perdido ni experiencias ni poderes a los ojos humanos, pues hoy sigue gozando del mismo fervor que antaño, añadiendo a los objetos en que se traduce, las joyas, también casi siempre grabadas y muy apreciadas en el orden de: jaurita, nefrita y serpentina, mineral que, más blando y muy abundante, sobre todo en Guatemala, está sustituyendo, como “jade nuevo” al jade tradicional.  Además del reconocimiento de sus potentes poderes curativos, esotéricamente hablando, el jade se considera un  “armonizador de energías” tanto de las humanas como la de los ambientes en que habitamos.  El efecto armonizador permite la “limpieza de energías” por lo que se considera absolutamente idóneo para dicha función en cualquiera de los chacras, traduciéndose en tranquilidad y calma de espíritu. La meditación se refuerza sustancialmente, ayudando al encuentro de la armonía del espíritu y la paz interior.>