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El grabado

Nacido en 1606, Rembrandt es considerado uno de los más grandes pintores del arte occidental. Fue un intérprete singular de la naturaleza humana y un maestro de la técnica, tanto en la pintura como en el grabado. Si la pintura Ronda nocturna hizo de Rembrandt un artista inmortal y del Rijksmuseum de Ámsterdam una escala obligada para cualquier amante del arte, fueron sus piezas gráficas la causa de la alta estima que el maestro del claroscuro logró entre sus contemporáneos. La vehemencia, la pasión y la soltura del gesto convierten estas piezas en un anticipo de la modernidad en pleno período barroco. Rembrandt es un innovador y en estas pequeñas piezas se descubre el fin del compromiso mimético con la realidad. El artista nacido en Leiden se vale del aguafuerte y del buril para crear climas con una enorme soltura y sensualidad. Su técnica, anticipada por Durero, fue el modelo de sus alumnos y marcó el camino por el que continuaron Goya, Soutine, Picasso, Delacroix y Van Gogh. Las obras de Rembrandt -el primer artista moderno de Holanda y autor de más de 600 cuadros- abordan temas bíblicos, por los que el artista tenía especial preferencia, desnudos y autorretratos. En la muestra del Bellas Artes habrá también una selección de retratos y paisajes, como la vista del Puente de Six, producto de un día de campo que compartió con su gran amigo Jan Six.

Rembrandt tuvo una vida difícil en el plano sentimental y en el económico. Perdió a sus dos hijos pequeños; Saskia, su mujer, murió joven, y una audaz inversión económica en acciones de una flota comercial perdida en un naufragio casi lo lleva a la ruina. Sin embargo, nunca dejó de pintar ni de producir. Tuvo un séquito de admiradores y de alumnos y, como todos los artistas exitosos, fue copiado hasta el  cansancio. En los últimos años, todas las obras de Rembrandt fueron sometidas a un riguroso análisis resumido en la Rembrandt research. El  tratado de mil páginas, firmado por estudiosos de los principales centros  académicos de Occidente, determinó la autenticidad de las obras firmadas por el holandés y redujo drásticamente el número de auténticos. Entre otros descubrimientos se demostró que algunos de los cuadros que exhibía el Museo Metropolitano de Nueva York no habían sido obra de Rembrandt, sino de sus alumnos.

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El acero damasco

El hombre ha sabido usar de metal ya que su utilización frecuente en la Edad del Hierro, y un gran número de años más tarde, ha llegado a los acontecimientos que dieron a luz a los tipos de acero como por ejemplo el acero de Damasco. Aunque ha habido muchos tipos de metales que se han descubierto que son útiles para hacer armas o cubiertos, uno de los más legendarios, cuya producción se han perdido en el tiempo sería de acero de Damasco. Tal es la leyenda detrás del poder de este metal que incluso miles de años después del el uso generalizado de los mismos, la gente todavía está tratando de encontrar la manera de descubrir los métodos detrás de la elaboración de metal que es digno de ser llamado Acero Damasco.

Las culturas occidentales durante la época medieval han sido los que se había producido con el uso común de este tipo de acero, y la mayor parte del tiempo se ha empleado para la producción de armas como espadas y  cuchillos, que no sólo han sido utilizados para la caza y la cocina.-

El descubrimiento de acero de Damasco puede ser acreditado en el mundo  occidental, pero los textos más históricos han demostrado que la producción y el uso de tal tienen raíces que eran originarios de Asia. Durante las Cruzadas, fue descubierto por los caballeros que han luchado contra los musulmanes ya que estos utilizaban un metal muy superior en sus espadas, que luego se utilizó en la elaboración de sus propias armas.- Esto por sí solo ha dado a luz a lo que se ha conocido popularmente como las espadas de acero de Damasco, y han dado a los cruzados una gran ventaja cuando se trata de armasm mientras que las armas todavía se atribuye a este ejército, la gente hasta  ahora todavía se refieren al método de forja de acero como desde el nacimiento de Damasco. Este método de crear armas tan poderosas ya se han perdido en el tiempo, pero las leyendas de lo poderoso Acero Damasco cautiva a la gente hasta el día de hoy. Se ha dicho que este tipo de acero tenía la fuerza para romper la piedra. Más historias incluso compartir que el acero que es de la marca de La pérdida del arte de hacer el acero de Damasco El método de la legendaria producción de acero del tipo de Damasco ha demostrado ser una opción tan atractiva en la fabricación de cuchillería moderna. Los historiadores no comparten que una de las razones por las cuales la producción de tales terminó siendo suspendido sería a causa del comercio que se ha desvanecido en el tiempo. Lingotes de acero fue uno de los principales componentes que se han utilizado en la fabricación de acero de Damasco, que había sido importado de lugares exóticos como la India y Sri Lanka. La pérdida de las rutas comerciales durante el tiempo de su popularidad ha llevado a la disminución y el cese de la producción de acero de Damasco, que se cree que se han perdido en torno a 1750. Otra de las razones por qué los historiadores creen que el método había desaparecido desde el conocimiento de forja es el hecho de que el secreto para la fabricación de acero como se había mantenido en exclusiva, que finalmente llevó a la muerte de sus métodos de elaboración. Cómo identificar Acero Damasco El metal es en realidad un material complejo, y la mayoría de la gente lo utilizado para emplear el uso de los mismos en su vida cotidiana que son incapaces de ver lo que realmente hace que un material tan fuerte. La creación de Acero Damasco se puede haber perdido, pero la ciencia moderna ha logrado descubrir formas que  permitan a los fabricantes artesanales que las hojas puedan ser tan fuertes o, mejor aún si es posible, que el de la clase de Damasco. En cualquier caso, tener verdadero Acero Damasco sigue siendo algo que se considera altamente cuando se trata de coleccionistas de Armas. Mientras que uno no sólo puede tropezar con estos artefactos con facilidad, a los que se encuentran estos artículos hechos de acero de Damasco tendría que mirar en un par de cosas para identificar la autenticidad de los mismos. Patrones complejos que se asemejan a la del agua ondulada sería la representación de lo que una verdadera hoja de acero de Damasco. Las líneas sinuosas y onduladas sería el resultado de todas las capas de metal que se han acumulado para hacer de este cierto tipo de acero, lo que significaría que la tenacidad, la fuerza y la durabilidad de tales asegurar a cualquiera que se está utilizando de acero que es de la mejor clase disponible. Debido a estas cualidades excepcionales, se puede querer comprar cosas que emplear el uso de cuchillas de acero de Damasco. Como pueden ser para cocin o incluso accesorios o joyas de otros metales que pueden utilizar acero de Damasco. Todavía hay un montón de fabricantes que pueden producir acero de Damasco, aunque la disponibilidad de  material hace imposible tal. Estos se hará posible con el uso de métodos más modernos, lo que resulta en la producción de artículos duraderos que  realmente sería tan bueno como si estuvieran hechas de acero de Damasco que había sido elaborado hace muchos años.

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Plateria rioplatense

De todas las artes que se practicaron en nuestros territorios durante el siglo XVIII, la orfebrería fue quizás la que contó con mayor número de maestros, y tanto por calidad de las obras cuanto por la originalidad de los modelos merece una consideración especial. Fue en su mayor parte un arte anónimo y los nombres de plateros que se conocen proceden casi en su totalidad de antiguos documentos y no por aparecer en los mismos trabajos. En raras ocasiones las labores ostentan una inscripción donde consta el nombre del orfebre, en cuyo caso es común que se mencione también el del comité. Como excepción, una marca de ciudad indica el lugar de la ejecución. De la argentina solo se conoce un punzón supuestamente de la ciudad de buenos aires, que fue usado durante un breve lapso y por ello son contadas las piezas que lo muestra. En cambio, hay marcas del siglo XIX que identifican a autores de mates, jarros, sahumadores, estribos, espuelas y demás elementos del apero gauchesco. La evolución de los estilos puede seguirse a través de las labores locales, sí que se advierta un corte abrupto entre uno y otro: barroco, rococó y neoclasicismo. En américa los desfasajes estilísticos son evidentes; perduran mucho más tiempo estructuras antiguas y las innovaciones se  perciben particularmente en lo decorativo. Es evidente esto en las grandes  custodias donde el soporte responde cuando menos aun espíritu del siglo XVII, quedando en la ornamentación manifestar la novedad del estilo. Versiones de los mismos estilos se  ponen de manifiesto en talleres de platería que siguen otras corrientes artísticas. Así, en buenos aires, ciudad portuaria y punto único de conexión con Europa por vía del atlántico, trabajan orfebres de distintos orígenes: españoles, portugueses, italianos, etc., siendo los dos primeros los que más influyen en la concepción del diseño y de la  ornamentación. Es de notar que las más importante orfebrería hispanoamericana fue de carácter religioso, pues de la plata se hacían los objetos destinados a la liturgia católica y las donaciones de los fieles eran frecuentes. No obstante, la platería civil tuvo singular significación porque la vajilla de la clase alta era de plata labrada, prefiriéndose está a la porcelana. La lectura de los inventarios antiguos y de las testamentarias es elocuente al respecto.  También la plata abundo en las casas argentinas durante buena parte del siglo XIX, y muchas veces no es fácil distinguir cuales piezas fueron trabajadas por plateros coloniales y cuales por artesanos de la época independientes (soperas, platos, fuentes, chocolateras, cafeteras, etc.) . En mates y sahumadores los orfebres rioplatenses hicieron verdaderas creaciones (que es posible admirar en las salas del museo histórico de Rosario) como, asimismo, imaginaron nuevas formas y ornamentos para la variadas piezas que componen el apero criollo. En estribos y espuelas, cabezadas y pretales, cuchillos y facones, rebenques y arreadores, el repertorio de nuestros plateros fue inagotable. Gran inventiva y técnica refinada caracterizan a los productos de estos singulares talleres locales. No estaría completa esta reseña si no hiciéramos mención de la orfebrería jesuítico-guaraní que, según testimonios de los siglos XVII y XIX, fue de gran calidad. Desgraciadamente poco es lo que de ella se a salvado como una espléndida sacra que conserva la catedral de buenos aires. No se puede olvidar tampoco, la platería pampa, vale decir aquella orfebrería que se produjo en las tolderías indígenas antes de la ocupación del desierto por la expedición del general Roca (1879). Platería del técnica muy primitiva, pero atrayente en la simplicidad de su diseño.  Un  ejemplo actual de Platería Rioplatense es el de Hernán Somoza quien trabajó en el Taller del Orfebre Juan Carlos  Pallarols, y de quien aprendió la técnica del cincelado.

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La plateria criolla

La platería  criolla nace con el hombre de campo y lo acompaña desde los  primeros tiempos. Fue un elemento imprescindible para su trabajo, para  defenderlo en alguna pelea y en los días de fiesta lo enriqueció de lujo  junto a su caballo. El tiempo fue decantando usos y costumbres y cada provincia impuso sus gustos y su carácter, pero todas en conjunto dieron origen a la platería criolla, sin duda, la platería tradicional por excelencia.

Las armas comunes fueron el cuchillo, el facón y la daga, amén de las boleadoras y del pesado rebenque o talero, contundente en sumo grado cuando se los sabía manejar hábil y serenamente.

El  cuchillo. El cuchillo es el complemento más valioso del gaucho; casi parte de su propio ser. Imaginar al gaucho sin su cuchillo es más difícil aún que imaginarlo sin caballo. Fue todo para él: cuchillo y tenedor para comer, mondadientes, elemento para matar animales, instrumento para cuera útil de toda su artesanía y herramienta de todas las tareas y arma defensiva y ofensiva.

El cuchillo es un instrumento de hierro acerado con un solo corte. Consta de una hoja de variados tamaños y proporciones. Esta hoja termina en punta y en su extremo opuesto se encuentra adherida a un mango o cabo de metal, madera o asta. Los hubo también encabados sobre piedras o  arandelas de cuero revestidos en ocasiones por primorosos tejidos en tientos de cuero crudo. Los cuchillos no poseen gavilán, sólo tienen una especie de nudo entre la hoja y el mango que se llama “botón de la hoja”. La hoja del cuchillo consta de punta, filo y lomo. La punta es el extremo agudo del instrumento. El filo es la parte amolada del mismo. Abarca toda su hoja, siendo más delicado cuando se acerca a la punta. El último tercio cercano al mango es bastante grueso. El gaucho usó esta tercera parte del filo como hacha. El lomo en los cuchillos es la parte gruesa y contraria al filo. Suele tener labraderas en su superficie, efectuadas como simples adornos, para parar un tajo en una lucha o como cuenta ganado. La hoja del cuchillo se encuentra  adherida al cabo por medio de un apéndice o espiga, formando así la  empuñadura o mango.

El Cuchillo Verijero. Cuchillo de hoja corta (no más de 15 cm),   generalmente destinado a actividades que requieren una hoja manuable y muy filosa: cuereado, capado, picado de tabaco, etc. Recibe ese nombre por llevarse en la cintura, del lado derecho, la hoja apuntando hacia la ingle (“verija”), el filo hacia abajo y el cabo hacia fuera asomando oblicuo junto a la rastra. Generalmente, por ser un “lujo” del paisano, su mango, y a veces su vaina, estaban ricamente labrados en plata. El “capador” era un cuchillito similar al anterior, quizás de hoja más pequeña (alrededor de 10 cm), que generalmente se reservaba a trabajos de corte delicado, como castrar animales, por ejemplo. El Cuchillo Picazo. Es el cuchillo cuya vaina combina a  generalmente de suela negra, con metal, dando un hermoso efecto que el criollo asimiló al pelaje del caballo “picazo” (overo negro). Se observan algunas piezas antiguas, quizás los verdaderos “picazos”, en las que el cabo está realizado en ébano, cuyo color negro intenso contrasta con los “soajes” (virolas) de plata, que en conjunto con la vaina negra y plateada logran un  efecto realmente hermoso y atractivo. El Facón. Arma de defensa o combate, aunque el gaucho también la usó para terminar o faenar una res, cazar o cuerear e incluso para ayudarse a comer. El origen del término viene del portugués “faca”: cuchillo y “facón” aumentativo del mismo. Técnicamente se trata de un arma blanca que se diferencia del puñal y de la daga por que la hoja presenta un solo filo, y en ocasiones un pequeño contrafilo. La característica  definitoria del facón es la existencia de guardamano o gavilán, más o menos pequeño pero siempre existente, que podía tener la forma de un simple travesaño “cruz” o de “ese” o de “u”. Y, el gavilán constituido por una chapa ovalada y transversal a la hoja, que no quita el arma del contrario pero sí detiene los golpes. Las hojas son de una longitud entre 30 y 40 cm de largo y unos 20 a 35 mm de ancho, aparecen como hojas “delgadas” en relación con su longitud. Rematan, además en una punta muy aguda y se los mantenían con muy buen filo. Fueron populares las hojas de bayoneta de Solingen y de espadas de Toledo. El mango puede ser una robusta empuñadura de madera, “guampa” o asta vacuna, plata o plata con oro. La vaina puede ser de cuero o metal o combinación de ambos con boquilla o agarradera y puntera con batiente, para proteger a quien lo portaba. El Facón Carenero. Variante notable de la daga y el facón, arma cuya hoja medía unos 80 cm. de largo, utilizada no sólo como arma defensiva, sino también como arma para montería o para matar reses. Dado su enorme tamaño – las hojas provenían de sables o espadas- el “carenero” se llevaba en el recado, entre las dos caronas, y de allí toma su nombre. También se la solía llevar entre el sobrepuesto y el cojinillo. Su mango se situaba hacia delante y su filo hacia la izquierda o “lado de montar”. Los careneros generalmente no poseían guardamano o gavilán, para facilitar su salida del recado .

El Puñal. Arma  blanca con hoja de acero y punta, que lleva guarda puño entre el cabo y la  hoja. Se emplea para clavar de punta. Tiene filo y contrafilo, pero este último llega a hasta la cuarta parte de la hoja y es su característica distintiva. Es una variedad cuyo uso subsiste hasta nuestros días. La  Daga. Es semejante al puñal, y de mayor  tamaño que el facón, posee filo y contrafilo, que nuestros gauchos por lo común construían con bayonetas viejas o restos de espadas. Solía poseer una especie de canaleta longitudinal sobre ambas faces, que los paisanos justificaban cómo adecuadas para facilitar las sangrías. El Rebenque. Látigo corto de cuero, cuyo cabo mide más de 30 cm. y lleva en una extremidad, la lonja que debe tener el mismo largo que el cabo. Consta de manija, cabo, paleta y lonja. Tiene en un extremo una manija u ojal del tamaño de una pulsera para colgarlo de la muñeca, de los dedos o del cabo del cuchillo y en el otro extremo, dos lonjas de cuero de vacuno sobadas y unidas por sus orillas por una costura, que no llegará más allá que hasta cinco o  seis centímetros antes de cubrir su borde, para quedar libres en ese punto y  golpearse entre sí en el instante del azote. Esos extremos se llaman  “lenguas” y a veces especifican la variedad del rebenque, como ser “el  rebenque de dos lenguas”. Además, dicha lonja en total, es diez o quince  centímetros más larga que el cabo del rebenque. Rebenque de argolla: rebenque de cabo corto, que lleva como manija una gran argolla. La paleta es ancha. La lonja es poco más o menos extensa que el largo total del cabo con argolla y manija. Arreador. Azote semejante al rebenque pero de mango y lonja muchos más largos, utilizado en los arreos de animales, de donde procede su nombre. Puede ser de madera, hierro, plata, revestido con trenzado de tientos, etc. Lleva una trenza de más o menos un metro, con una azotera de 25 cm en su extremidad. Se compone de: cabo, yapa, trenza y azotera. Los cabos de madera podían llevar adornos  de plata Cuando estas partes de las piezas están cubiertas por este metal, debe pensarse que se trata de una prenda con valor simbólico de autoridad,  por los que fue el rebenque preferido por los caudillos, estancieros y capataces. Las   Boleadoras. Las boleadoras fueron las   primeras armas de guerra usadas por los indígenas. El gaucho las adquirió en  el siglo XVIII convirtiéndola en arma formidable y elemento útil para la caza y el trabajo, fueron usadas para atrapar avestruces, ganados y otros animales. Actualmente las boleadoras son una reliquia que, si bien ya no se usa como arma de trabajo, el gaucho la  sigue usando como adorno, cuando ensilla su caballo con pilchas de lujo. Hay  piezas de exquisita factura artesanal donde las bolas son de marfil y se encuentran enriquecidas con monedas, como patacones, o discos de plata y oro ricamente cincelados. La Rastra. Complemento necesario del tirador criollo. Compuesta generalmente por un centro de diferentes formas, con uno, dos o tres ramales a los lados, terminados en botones que permiten su unión al tirador. Estos botones habitualmente son monedas de acuñación española, chilena; uruguaya. Su centro generalmente en  chapa de plata, de forma muy a menudo circulo ovalada o acorazonada, calada o maciza, suele llevar las iniciales de su dueño o la marca del estanciero, como así también el cincelado de una flor, caballo u otro motivo criollo. Hoy en día, también se usan cierres de dos botones, con o sin chapa central, llamados yuntas. El Chifle. Es el cuerno del animal vacuno cerrado en su base y  abierto en el pitón, donde se le ponía tapa. Era un recipiente para guardar  líquidos, en los medianos la bebida alcohólica y en los grandes, que a veces se llevaban cruzados en la espalda, el agua. A veces se le pulía y se le redondeaba el borde en su extremidad más ancha. Una ranura en la parte  cercana a la boca servía para asegurarle una cuerdilla por la que se le  colgaba a la falda del recado. Existen piezas de extraordinaria factura artesanal, desde el tallado del cuerno, hasta el  exquisito cincelado de las piezas de plata que lo reforzaban y lo embellecían. Los Estribos. El gaucho de las llanuras empleó una variedad grande de estribos. Aunque todos concordasen entre sí por una característica: su capacidad limitada exclusivamente a la punta del pie.  Desde el porteño clásico de arco de pura plata cincelada o repujada, el de brasero, de idéntico material, a los de búfalo y plata, la serie de suelas  superpuestas y madera, o los de asta de carnero, y varios otros más primitivos aún, fueron de su incumbencia. La abundancia de vizcacheras, tucutucos y cuevas de peludo y mulita en nuestras  llanuras, así como la general adopción del galope como aire de marcha, creó este modo de estribo el más seguro contra las rodadas que siempre estuvieron allí a la orden del día y dieron ocasión al gaucho porteño para destacarse como ningún otro en el difícil arte de “salir parado”. Es por tanto lógico que el provinciano litoralense, el norteño y el cordillerano, que se valen del trote, “el marchado” o el sobrepaso, casi exclusivamente, gasten unos estribos de mayor entrada y más pesado modelo. En cuanto a los “braseros” (llamados por los uruguayos y  entrerrianos “de campana”), eran casi exclusivamente de plata o de plata y oro, así como los caños y pasadores de sus estriberas, y ofrecían distintas formas y labrados, siendo su peso hasta de dos kilogramos cada uno. Ateniéndonos a la iconografía, parecen haber sido más típicamente porteños los referidos “de arco”, pues se los ve con más frecuencia en grabados de época. Las Estriberas. Las estriberas de antes llevaban una más complicada labor que las actuales. Solían ir primorosamente  envueltas en esterilla de tiento, con bombas de los mismo  y una, dos y hasta tres “yapas” de argollas libres o prisioneras. En cuanto  al lujo ostentaban todos largos pasadores de plata cincelada, redondos o  chatos, con un artístico rosetón de igual metal fijo en la parte media de la  estribera. Los entrerrianos y orientales colocaban siempre este último  adorno, abajo, es decir, sobre el propio ojo del estibo. El Freno. Hasta  fines del siglo XIX, puede decirse que no existió en nuestra región pampeana más que un modelo de freno, el conocido por criollo o de candado, que llevaba cuatro argollas, barbada circular de hierro, alto puente y pontezuela también de hierro, fija, uniendo sus piernas curvadas en forma de S. En sus arreos de lujo, el gaucho, lo adornaba con copas de  plata, discos cincelados que, ajustados sobre las piernas del freno,  ocultaban la boca del caballo y pontezuela de este metal. La pontezuela era movible y jugaba vistosamente en sus engarces a cada escarceo del animal,  pero las había también fijas como las de los frenos ordinarios de puro hierro. A éstas se les solía llamar “pampas”, pues pertenecían al tipo más popular entre los indios de esas tribus, que sobresalían como habilísimos plateros y eran muy dados a lucir soberbios emprendidos. Cabezada y Riendas. El arte  de los plateros de otrora tuvo tal vez sus más originales expresiones en la factura de cabezadas y riendas, lo mismo que en la de fiadores, espuelas y estribos. Con raras excepciones, las primeras se hacían de chapones, cadenillas o malla de plata o plata y oro, esmeradamente repujadas y cinceladas, sin que entrase en su ajuste una sola partícula de cuero, puesto que hasta las presillas se sustituían con curiosos cierres del mismo metal y  de diversos sistemas. Véanse por lo tanto trabajos admirables, descollando los de los artífices riograndenses y uruguayos, con esos trenzados en finísimas hebras de plata que el buen gusto de algunos coleccionistas nos  permite contemplar hoy día.